A pesar de todo, el dinero vuelve a los mercados emergentes. En el mes de noviembre, el flujo de entrada en fondos de EM ascendió a 37 400 millones de dólares. ¿Merece la pena subirse al tren? Desde mi punto de vista, apostar por los mercados emergentes en un contexto de ralentización de la economía mundial supone bastante riesgo.

Debido a la fortaleza del dólar, así como a una política monetaria restrictiva, los países en desarrollo necesitarán más de 2 billones de dólares en los próximos 5 años para cubrir los costes del servicio de la deuda externa. Si fracasan las negociaciones de refinanciación, el mercado podría verse afectado por una crisis de deuda soberana.

Cabe mencionar que, a finales de 2022, la deuda pública agregada mundial debería alcanzar los 71 billones de dólares, 2,3 veces más que en 2008. Así, Egipto tiene que reembolsar en los próximos cinco años la astronómica cifra de 100.000 millones de dólares en pasivos exteriores denominados en dólares. También en la zona de peligro se encuentran Nigeria y Pakistán.

¿Por qué entonces los inversores van a por la renta fija de EM? Por la alta rentabilidad de los bonos. Para atraer los capitales, los países se ven obligados a ofrecer condiciones más atractivas. El problema es al mismo tiempo se incrementa la carga de la deuda, así como las presiones fiscales. También es verdad que el cambio del rumbo de la política monetaria por parte de la Fed podría empujar al alza tanto los bonos de EM, como “investment grade”
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